viernes, 14 de marzo de 2008

Descripción

Perros, muchos perros caminan por las calles del barrio, perros chicos, grandes y de varios colores ¿razas? No, aquí no hay distinciones: todos valen lo mismo. Algunos de ellos han tenido la suerte de no contagiarse con “la tiñe”, enfermedad de la piel que hace desprender el pelo de los animales, situación a la que algunas señoras le llaman “pelechar”.

Si se quiere visitar este peculiar vecindario, que se encuentra en la parte sur de la capital, de la forma en que un típico chileno lo haría, tendrá que hacer un largo viaje. A medida que se aleje del punto cero de la metrópoli el paisaje se irá tornando cada vez más “diferente” y, si usted no ha ejercitado el trato con los otros, el clásico transporte le ayudará a ser un poco más sensible pues, ya sea en la mañana o en la tarde, los cándidos viajes en los que se debe demostrar el amor al prójimo compartiendo los pocos centímetros de espacio que existen en el bus, le significarán entablar una que otra conversación amena.

Entrando ya en el vecindario mismo se puede sentir un extraño aroma, parecido tal vez a un vino agrio, producido por una gran cantidad de desperdicio que jóvenes de apariencia delgada, tez oscura y ojos apagados, dejan ahí para ganar algunas pocas monedas que sustenten sus vidas.

Como todo buen fuerte de la época de la conquista, el centro neurálgico se encuentra en la plaza que está en el centro del barrio. Lo que antes era un lugar desolado en el que había dos especies de dinteles a treinta metros de distancia, hechos con alguna madera que se encontró por ahí, ahora hay una gran multicancha en la que los pocos jóvenes que todavía pueden hacer actividad física, juegan alguno que otro partido de fútbol sobre un suelo que parece haber sido bombardeado en alguna guerra. En la misma plaza se encuentra un gran retrato con una dedicatoria a un joven que murió por una venganza.

Las calles de tierra también se han convertido en pequeñas vías asfaltadas en donde los niños juegan en triciclos, bicicletas y en uno que otro pequeño auto con motor. Esas mismas calles en las noches se transforman en paseo obligado de autos BMW, Mercedes Benz o grandes Jeeps que vienen a hacer algún tipo de negocio del cual mucha gente sabe pero del que nadie quiere hablar. Si escucha sonidos parecidos a disparos o a gritos, no se preocupe, es algo normal. Su jornada de una tarde y una noche en los suburbios terminará en la mañana, ahí podrá ver a hombres y mujeres que, con ojos cansados y hundidos por la monotonía, se vuelven a levantar y ven los restos de la noche: botellas quebradas, muchas colillas de cigarro, alguno que otro codo de cañería que se ha de haber caído a algún joven mientras corría y los condones que algunas mujeres, por causa de su trabajo, proveen para costear alguna sustancia que les haga salir de la realidad en que viven.

Bienvenidos a un barrio típico de la capital.

lunes, 10 de marzo de 2008